Una chispa, un par de placas y unos cuantos segundos bastan para saber la composición química de un aceite. Parece magia o un juego, pero es el Laboratorio de Análisis de Aceites del Centro Público de Investigaciones COMIMSA, en Saltillo, Coahuila. Verónica García, responsable del laboratorio, nos explicó cómo analizan aceites nuevos y usados, así como diésel, para determinar sus características físicas y químicas. El desgaste de los aceites, o la mala calidad pueden generar efectos nocivos en la salud así como daños en las máquinas. Uno de los aparatos que tienen para hacerlo es el Viscosímetro. Este dispositivo hace que el aceite recorra cierta cantidad pipetas, y de acuerdo con la velocidad con la que lo hace determina su viscosidad. Algunos aparatos determinan la humedad de los aceites, otros separan el agua del aceite, y hasta se puede contabilizar la densidad de estos fluidos.
El que más nos emocionó fue el Spectroil M, o Espectómetro de emisión por chispa, cuyo proceso comienza con una copa portamuestras, donde se pone una pequeña cantidad de aceite. Este receptáculo se instala entre dos placas que recibirán la información generada gracias al impulso de una chispa que sale del electrodo de grafito. La máquina expone si la muestra tiene alguno de 20 químicos, como Fierro, Cobre, Estaño, Níquel, Plata, Sodio, Magnesio, Manganeso, Fosforo, Titanio, Cadmio, etcétera, así como sus porcentajes. Fue emocionante, aunque no supimos qué hacer con los resultados, hasta que Verónica García nos interpretó hábilmente: “si un aceite tiene mayor concentración de fierro, se puede diagnosticar que existe desgaste”. El diagnóstico, además de determinar la calidad del aceite, nos advierte de posibles daños en el motor: “Si hay proporciones anormales de Plomo, podrían dañarse los pistones; si el Fierro no está en las concentraciones regulares, existirá daño en las camisas del motor y si lo que no está bien es el Cobre, las arandelas pueden presentar una falla”. Fue increíble interpretar la ciencia de manera tan práctica y darnos cuenta que un análisis de aceites nos ayudará a aprovechar al 100% las máquinas que usaremos en minería. Al ver nuestro gran interés en las instalaciones de COMIMSA, que es una rama de Conacyt, nos invitaron a conocer el laboratorio de Mecatrónica. Aparte de la detallada programación de los brazos robóticos, nos impresionamos con las delicadas e ingeniosas obras que han generado con la impresora 3D, que emplea cera y plástico para llevar planos digitales a obras tangibles y con volumen. Por último, nos sorprendieron al mostrarnos el gran trabajo que hacen en materia de realidad virtual. COMIMSA desarrolla planos civiles, que solían ser en dos dimensiones, en 3 dimensiones. La experiencia en realidad virtual nos permitió visitar una planta de trabajo de Petróleos Mexicanos.
Después de la ciencia, la cultura…
El Museo del Desierto
Mejor conocido como el museo de los dinosaurios, este lugar te da la bienvenida con un gran esqueleto de dinosaurio. En la primera sala nos explicaron desde la geografía hasta las corrientes marinas del planeta. Luego vimos los fósiles, desde pequeñas piezas organismos marinos, hasta grandes esqueletos de dinosaurios bien conservados. En otras salas vimos algo de la historia minera y agrícola de Coahuila, así como algunas características de sus herramientas más habituales. Unas salas más adelante, nos impactamos con el esqueleto de un animal muy parecido al elefante. Asimismo, los osos, los osos polares, lobos, pumas, venados, berrendo, cabras, leones, jirafas, pumas, entre muchísimos otros animales disecados parecían que estaban a punto de rugir y salir corriendo detrás de nosotros. Pero en el Museo del Desierto no sólo hay objetos o animales muertos, y nos enteramos gracias a una sala de reptiles y anfibios, como lagartos, serpientes y tortugas. Más adelante pudimos ver perros de la pradera y un enorme oso pardo. Muchos de los compañeros aprovecharon para comparar artesanías y disfrutar mientras un orfebre las moldeaba directamente del barro.
El paraíso de Cuatrocienegas
Nos tomó un poco de tiempo entender a dónde íbamos. Sabíamos que Cuatrocienegas era un área natural protegida; que había agua, fósiles y animales endémicos. En el camino sólo veíamos un gran desierto; los cerros, secos como es característico del área, nos impactaron. Cuando llegamos a la reserva de Poza Azul, nos recibió fue una Tortuga de Bisagra, la cual ocultó su cuerpo y se encerró en su caparazón móvil cuando la guía le puso la mano frente al rostro. Algunos compañeros la cargaron, los más aventureros hasta la olieron, pero no fue muy agradable. Detrás de la cabaña, que sirve como museo y recepción del área, nos encontramos con una primera laguna de agua cristalina. Unos cuantos metros más adelante seguimos la afluente de un pequeño río, que era confundido con el origen de donde brota el agua. Caminamos un kilómetro más hasta llegar a una de las pozas más hermosas, donde la cantidad de químicos que tiene, impiden el crecimiento del lirio acuático como una plaga. De hecho no es posible la formación de un oasis, es decir, de un área verde alrededor de las pozas. El agua no es potable, tiene un sabor algo desagradable y la fauna que ahí existe es endémica. Las pozas son cuerpos de agua muy especiales, pues no se sabe exactamente de dónde viene el agua, pues su nivel no disminuye. La poza que visitamos tiene dos zonas oscuras que son cuevas muy profundas; a una en particular aún no se le encuentra el fondo. Como futuros mineros, no sólo vimos el atractivo turístico. Nos despertó un gran interés saber que hay un volcán en la zona, que hace siglos está sin actividad, pero que de la tierra brota agua a temperatura cálida todo el año.
TSU en Minería
Administración del mantenimiento
Profesor: Gustavo García
Alumna: Claudia Ortega
junio de 2015